lunes, 21 de septiembre de 2015

El revelado perfecto


Escribir historias en prosa me es tan difícil como lo fue comenzar a hablar.
Dos mundos distintos, uno a colores, otro en blanco y negro.
Primera concepción que tuvimos: casualidad. Cruzarse por decisiones ajenas que hicieran que estuviéramos ahí, en ese mismo lugar, en ese mismo espacio, a la misma hora.
Pocos días después supimos que no lo era. No era la casualidad lo que nos unía,  sino la vida reflejada en miradas, en encuadres. Era julio que nos ponía en foco en la misma imagen. ¿Cuándo en mi vida pensé en lo que sucedía tal o cual mes? Nunca, pero me gusta recordar ese día con ella.
No fue un acto casual. En todo caso, la propia “causalidad” era la que intentaba juntarnos.
Primeros suspiros, primeras complicidades. Primeras advertencias de que no iba a ser fácil.
No es tan sencillo unir dos almas tan acostumbradas a estar solas.
Las risas alentaron nuestra primera foto, nuestros mates nos pusieron en foco,  luego vinieron las primeras reglas rotas, el coraje, la primera demostración de amor. Primeros cambios. Revolución.
Hablamos de causalidad. De no dejarlo solo en manos del destino, sino ser nosotros quienes actuáramos en pos de cruzarnos. Si algo no puede quitarnos nadie, son nuestras acciones. Tomamos la decisión, correcta o no, de querer vernos. Fue correcta.
Vernos. ¡Qué difícil! Tener la idea de lo que se quiere y no saber que átomos juntar para dar con la fórmula exacta. Tener la decisión, las ganas, la voluntad y aún así… ¡qué difícil! Vernos solo era el principio para poder algún día mirarnos.
Suena Ismael. Se escucha un ladrido en la habitación. ¿Es el pánico o son las ganas? ¿El pasado o lo que vendrá? O acaso tal vez, alguna errante combinación de todas las premisas posibles.
Somos lo que hacemos. Claramente, por algo suceden las cosas. Tanto el juntarnos, como el vernos de lejos dependió de nosotros. Y lo sigue siendo.
Fue tan sencillo enfocar los primeros días, dejar la huella en el barro para encontrar siempre el camino. Hablar se volvió la mágica solución a todo. Podíamos fallar pero encontrábamos el rumbo. Hoy rompimos con eso.
Erramos, golpeamos donde nos duele. Al otro y a nosotros mismos.  Tener tantas ganas de que saliera bien y lo único que hicimos fue justamente eso: errar.
 Erramos a los modos, las formas. Reforzamos contrastes. Reducimos iluminaciones. Hicimos crecer las sombras. Somos el revelado perfecto de lo difícil que es estar bien juntos.
Hoy, lejos, lo entiendo más claro. Era el silencio el arma necesaria para entendernos. Tanto miedo le tuve a la ausencia. Hoy descubro en el silencio el mejor modo de estar cerca.
Nada de poesías, no es eso lo que nos prometimos. Tanto imaginamos “la posibilidad de…” que terminamos por derribarnos en el primer intento. ¿Culpables? No lo creo. No hay culpables cuando ambos intentamos, cuando ambos deseamos ser felices, juntos o separados, pero felices.
O tal vez si, tal vez fuimos un poco culpables.
Amé tu modo de calmarme y de hablar antes de amar tu cuerpo. Que me hayas devuelto las ganas, el saber que se puede, que es posible hallar lo distinto dentro de un montón de rostros iguales.
Supe más de lo que no te gustaba que lo que sí. Odié tu pasado por amor. Por no querer verte jamás sufrir. Hoy, sin embargo, también yo te hago mal. Era complicidad, tal vez entusiasmo, tal vez amor, algo era...
Debimos ser más tolerantes, más amantes, más compañeros, más pacientes. Quisimos derrotar al fracaso y nos sumergimos en él. Dejamos ganar las ansias, apuramos al tiempo.
Tal vez sea sólo uno más en una lista de sombras. Tal vez simplemente, sólo vuelva a verte en fotos de otros. Es tener que dejarte ir sin querer siquiera hacerlo.
Es desearte cerca. En mi vida, en mi teléfono, en mis ocupaciones. Cada vez que suena el despertador y en el vino que me enseñabas a tomar. Te busco en mis cigarrillos, en mi cámara cada vez que la tomo. En la radio a la medianoche. Es elegirte antes de necesitarte.
 Tan cerca quedaban los San Telmos, Recoletas, Avellanedas. Tan cerca y tan lejos ahora.
Imaginar tu rostro iluminado otra vez, entender las miradas, compartir un sueño, vernos crecer.
Sigo queriendo lograr esa foto que tanto me costó sacarte. No culpo a tus demonios, los míos también fueron fuertes. Te quiero cerca y aún así tiemblo. Es el riesgo a tomar cuando lo que se quiere nos toca el alma. Y aun así no me rindo.  Es no saber cómo hacerlo, y sin embargo, tener la seguridad de que vale la alegría. Podes ser completamente feliz. También podes no volver a serlo.
Ahora solo nos resta el tiempo. Puedo elegir: tirar o no la toalla. Porque te deseo lo mejor, pero más te lo deseo conmigo.
Será que entre tanto humo sobre el escenario algún día, finalmente podamos equilibrar el foco  y hacer de nosotros una linda fotografía.

(continuarà...o eso espero)


                                                                                                                             TINI

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