martes, 29 de diciembre de 2015

Malas costumbres


Uno tiende a mal acostumbrarse a ciertos roces. El primero en reaccionar mal es el cuerpo.
Sufrimos los desgastes del carburar constante de nuestra mente, el agite de nuestro latir en nuestros huesos.
Nos aprietan las ganas, las caricias, los fracasos. Hay quienes pierden su peso, su equilibrio,
su estabilidad. Algunos dejan de maquillar su rostro, otros empiezan a vestirse como si nada les importara.
Hay quienes debilitan sus rodillas, la palma de sus manos, la planta de sus pies. Su propio caminar.
Si se es adicto a algo, esa debilidad tiende a proliferarse. Hay quienes ahogan su respirar en nicotina. Nos volvemos parte de la nicotina de nuestro dolor. Somos esa fragilidad gris y negra, esa mancha en nuestros pulmones. El ahogo convertido en humo.
Somos humo, somos niebla, somos adicción y mala costumbre.
Sabemos que el hacernos bien depende de nosotros. Somos quienes nos cuidamos y quienes nos merecemos. No obstante, no siempre resulta fácil. Hay quienes logran terminar su carrera solos y hay otros, tal vez algo más cansados, que precisan de un empujón para llegar a la meta.
Los horarios también se mal acostumbran. Sentimos el defasaje del sueño. Nuestro dormir se convierte en aburrimiento. Se vuelve una válvula de escape cuando despierto ya no te soportas ni a vos mismo.
Cuando le das vueltas y vueltas a ese mismo carrousel que gira en tu cabeza, el cerrar los ojos te hace detener esa marcha por unas horas. Sin embargo... ¿qué ocurre con los sueños? Porque a decir verdad, si bien hay quienes cierran los ojos y logran desaparecer hasta la próxima salida del sol, hay otros que no terminan de conciliar un equilibrio entre dormir o sufrir despiertos.
Dormidos también se sufre a veces. Y no esta mal reconocerlo. No somos todo el tiempo felices. Tampoco buscamos serlo creo.
La felicidad es parte de esa meta del saber que "llegué" a donde quería. Pero no es tampoco un todo completo y ordenado en el que todos los días vayamos a sentirnos así.
Somos parte de nuestro propio desorden. Una gran parte de nuestro lío y también de nuestro respirar feliz.
Nos debemos a nuestras tristezas, tanto como nos debemos a nuestros momentos de goce.
Somos nuestro consumo, nuestro lamento y nuestra afonía interna. También nos ahogamos de gritar sin sentido. Hablamos de costumbres. De malas costumbres. Solemos esperar más de lo que se recibe, o más de lo quieren darnos.
Somos el exceso de nuestras lágrimas a solas, de nuestros lamentos y nuestra agitación.
Transpiramos soledades que pueden volverse infiernos. Todos tenemos nuestros demonios que giran sobre nuestro cielo.
Vivimos dados vueltas. Erramos y también erran feo con nosotros. Consumimos más horas en quejas y en ruegos que en sonrisas.
No buscamos seres perfectos ni nos vendemos como tales. Creemos internamente ser algo de esa felicidad que deseamos e inevitablemente también somos mucho de esa tristeza que nos invade.
Somos pura dualidad: tristeza y alegría, amor y soledad, algo de uno y algo de otro.
Somos intento, ganas y deseos constantes.
También somos agonía, nicotina...y malas costumbres.

                                                                                   
                                                                                                       TINI
(*...Barro, tal vez...*)

jueves, 19 de noviembre de 2015

Corazón


Cada cual camina por su vereda, respira su aire, se ahoga en su propia sudestada, duerme junto a sus fantasmas. Todos tenemos algún diablo interno por matar, y algún ángel a quien prenderle velas.
Quebramos lazos, nos convertimos en sombra, buscamos luz también.
Rebotamos en cuatro paredes. Retrocedemos, volvemos a avanzar, volvemos a retroceder.
Recordamos cuando no debiéramos, creemos en lo imposible, incluso hasta en lo utópico.
Volvemos a nosotros, pero en partes. No siempre los trozos que quedan vuelven a unirse, o al menos les lleva un buen tiempo volver a encontrarse.
Quedamos junto a ecos que rebotan en sueños, cada vez que uno cierra los ojos y cuando se sueña despierto también. Ese momento en que el soñar también puede volverse tormenta.
Los fantasmas se volvieron sólo un par de buenos momentos, la intimidad se volvió el rechazo a volver a abrir ciertas puertas.
Secamos lágrimas con fotos, escribimos sólo por desahogo, por malestar interno. Por rechazo al camino. Por despecho al pasado. Por dudas y por desconfianza al resto.
Por molestia con el tiempo, con las comparaciones, con lo que se diga sin certeza de causa.
Somos historias, somos fracasos, somos errores, nada cercano a la perfección, ni tampoco cercanos a merecernos odios.
Uno es vida, es alma, es cuerpo y también es su corazón…


                                                                                                 TINI


(*...Cada día iré sintiendo menos y recordando más...* - J.C )

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Lo que digan...O lo que soy


Puedo ser aire, también puedo ser sombra.
La mitad de lo que tengo y la mitad de lo que soy.
La mitad de lo que me queda, la mitad de lo que perdí.
Puedo ser todo y puedo ser nada.
Puedo ser luz y oscuridad,
“Buenos días” y un “hasta luego”.
Puedo ser foto o cajón de recuerdos.
Puedo irme muy lejos.
Puedo volver a intentar o vivir extrañando.
Vivir para recordar o vivir para ser olvido.
Puedo ser canción, ser poema o ser partida.
Puedo ser lágrima, despido, flores secas.
Puedo ser vino, licor y borrachera de una noche.
Puedo marcharme, alejarme por un tiempo.
Puedo volver a hablar, relacionarme.
Volver a intentar
O quedarme en sueños trabados,
En bloqueos nocturnos.
Puedo ser primavera o invierno eterno.
Puedo buscarte…
O no, ya no puedo hacerlo.
Ser ese tercero que siempre nombraste.
Puedo ser la inmadurez, la terquedad,
La comparación continua.
Puedo ser nostalgia,
También puedo ser rencor.
Puedo ser lo que digas, lo que veas,
También puedo ser lo que soy.


                                                                           TINI

lunes, 9 de noviembre de 2015

En piloto automático




Nunca anduve en terrenos planos. el mismo camino que siempre me hizo subir, es el mismo que me hizo caer. Cansado de extremos, busco siempre el mismo equilibrio. No solo con el resto, no solo con las ideas ni con el mundo. Conmigo.
Encontrar que uno es su vida, es su cuerpo y es su respiro. Que uno se satisface, se alegra y también uno es quien se lastima y no por culpa del resto. 
Uno es la cabeza de su andar, de su sentir y de su fuerza o cobardía. 
Su propia vida y el fallecimiento también. Las mismas ganas que nos suben son las que luego se emborrachan de infiernos. 
Avanzamos dos pasos. Retrocedemos tres.
Desprendemos silencios. Transpiramos silencios. Cosechamos silencios.
Siempre hablé mucho, soy así y lo seré. No obstante, no siempre dije mucho. He dicho más y mejor en miradas que en propias palabras. Siempre me hice entender mejor así. Todo se aprende, a hablar y a mantenerse callado también.
A la cima se llega y de la misma se baja. A veces a los golpes, dando un trompo de atención a tu cabeza en la esquina de una calle. Andamos a contramano, a contra partida, a destiempo. En piloto automático, casi por inercia diría. 
En blanco y negro, resucitando flores de primaveras muertas, buscando el calor de veranos que ya no recuerdan. El mismo sentir que ha de ser muchas veces una bendición, es el mismo que nos convierte en clausura. No hablamos de amores, de viejos recuerdos ni de partidas. Hablamos de uno y de sus propios caminos, de sus acciones y sus consecuencias.
No siempre somos derechos, no siempre hacemos todo del modo correcto. No buscamos ser correctos tampoco. Erramos, clausuramos, nos desordenamos. Decimos "buen día" y decimos "basta" también.
Y es ese encuentro bien propio de uno, cuando antes de dormir miramos al espejo y encontramos un reflejo que nos voltea y nos lleva a cuidarnos, porque si uno pierde sus pies, deja de caminar y en el fondo, todos queremos avanzar para que esa colina no nos haga bajar rodando...

                                                                                                        TINI

martes, 3 de noviembre de 2015

Cerrojos



Si el silencio será clausura,
Seremos clausura entonces.
Subiré a ese micro que me lleve lejos,
Que me olvide a mí,
Que te olvide a vos,
Que olvide un “quizás”
Y esas ganas de verte bien.
Seremos clausura, seremos cerrojo.
Cadenas rotas,
Rollos velados,
Fotos quemadas de tanta luz.
Seré cerrojo otra vez.
Seré cuerpo y seré alma.
Que nada abra nada de nuevo,
Que mis secretos solo sean guardados por mi.
Que mis palabras sólo queden en papel.
Que mis deseos se hundan junto al mar.
Que se agoten las canciones,
Que se pierdan las guitarras.
Seremos clausura, seremos cerrojo.
Viejos nuevos fracasos,
Bares que no cierren.
Whiskys de felicidad.
Penas que ya no existen
Al no existir alegrías.
Seré un buen amigo, un buen hermano,
Una buena oreja.
Seré malditamente idiota.
Perderé paciencias que solo me dejan.
Seré cerrojo, seré ceniza, seré duda.
Un candado cerrado y sin llaves.
Quiero ser noche y ser sombra.
Ser el vuelo de un adiós.
Quiero maldecir a terceros,
Quero maldecir pasados.
Y a ese maldito mundo que
Hoy me hace escribir como no quiero.


                                                                                                    TINI

lunes, 26 de octubre de 2015

Somos una primera persona


Inicié este espacio como  un modo de protesta. Le temía a lo que podía dar, y le temía también a no poder lograrlo.  Le temía inmensamente a caer, a no poder dar todo por lo que quería.
De chico algo me marcaba la piel y era no dejar de intentar. Le temía a los nervios y a las angustias, al paso del tiempo.  Siempre fui temeroso por demás, o al menos lo era. Hay cosas que van con nosotros por siempre creo, pero ya no soy tan temeroso.
Temía, me aterraba, pero no podía frenar. Me costaba dejar de intentar sobre aquello que me aturdía o me llamaba la atención. Ese famoso placer que proviene del mismo dolor. Esa invasión de sangre que aprieta nuestro sistema nervioso y nos afecta el corazón.
Hoy este mismo espacio siguió su propio curso. Volví a escribir tras haberlo demorado durante algún buen (y largo) tiempo.  Antiguamente publicaba mis escritos a diario, tengo algún viejo libro en tintas a la espera de ser editado, aunque a decir verdad, quién sabe si algún día lo haré.
Tal vez, sencillamente, siga intentando poner en palabras lo que tenga guardado. Hoy elijo no mostrar demasiado, escribo sobre todo para mí y desde mi.  Incluso pareciere que hablase solo si no lo mostrase. Y a veces también preciso de eso, hablar conmigo mismo, preguntarme de qué soy capaz o de cuánto.
Tengo ganas de mucho, certezas de poco, tengo ideas y también proyectos. Tengo sueños que son mi respiro y también alas que son mi motor. Como todos, también, vivo errando, o al menos voy a hacerme cargo de la parte que me toca: erro. Me equivoco, en épocas, a menudo. No es tan difícil volverse una “maquinita” de cometer errores.
Hay momentos en que escribo desde mí, y a veces lo hago desde ojos de otros. Pero ya no me asusta hacerlo también en primera persona. Soy eso a veces, una primera persona que necesita decir cosas, del modo que sea. A veces lo hago en palabras, otras lo hago a través de fotos, a veces combino ambas y ahí respiro mejor.
Tengo mis creencias ciegas, mis convicciones, con más dudas que realidades, pero persigo eso. Persigo lo que creo. Lo que pueda tal vez hacerme feliz. No busco esa felicidad como un todo que nos domine la vida. De hecho creo conscientemente que más bien debiéramos de hablar de “momentos de felicidad”. Al igual que el amor, es lo más parecido a una mariposa que tiene 24 horas de existencia.  Esa mariposa, que algún día fue gusano, esa idea de “felicidad”, o de “amor”, es la que debe ser tentada, seducida, a diario para perpetuarse.  Uno se hace feliz todos los días si lo elige. Y si no ocurre, al menos se puede elegir luchar por eso hasta que ocurra. Hay cosas que no pasan solas, no todo puede ser librado al azar del tiempo o de la casualidad. Hay mundos, más bien “casuales”, a los que hay que corromper en pos de seducir. Y vaya si la felicidad seduce…
Me seduzco, y escribo, y saco fotos y digo lo que puedo y como me sale decirlo. Y le erro, y también me impulso y me entusiasmo. Me alegra hoy ser esta primera persona que no deja de escribir, que no deja de disparar a diario, que tal vez no muestra a todo el mundo sus cosas pero empieza a comprender que, por más difícil y por más temores que tenga, vale la pena. O aún mejor, "vale alegría" intentarlo…y también lo vale ser feliz. 
Hacía ahí voy.

                                                                                         TINI

domingo, 25 de octubre de 2015

Somos ojos y también espalda


Son las hojas que caen del árbol cada otoño, es el viento que huye de mi. Donde se albergan las ganas, las ansias, las esperas. Donde se alojan las angustias, los nervios, las contracturas.
La columna vertebral de lo que más deseamos, de lo que nos prometemos, el "hacía dónde vamos" personal y de dónde venimos. Con toda esa carga a cuesta.
Ese espacio por donde circula una gran cantidad de sangre bien nuestra. Donde nosotros más que nadie nos conocemos.
El motor de los pesos que nos aprietan, donde situamos las esperanzas, lo que buscamos, lo que creemos. Donde podemos vernos sin vernos, y sin saberlo, ocultamos lo que queremos a nuestros ojos.
Donde nos volvemos curva para evitar los golpes, donde somos el exceso incluso del humo que tragamos.
Es esfuerzo, es contractura y es peso. Es ganas, es esperanza y es angustia. Es liberación.
El espacio justo donde todo se une y también se separa. Es lo que deseamos, lo que podemos y lo que no, es intentar estar derecho aún cuando nuestros hombros nos tiran hacia atrás. Es un "nunca dejar de intentar", es golpearnos porque vale la pena. Es querer, es "ser momento" y es "ser feliz".
Nuestro corazón, nuestro latir, nuestra mirada. Son nuestros miedos...y es también NUESTRA ESPALDA.

(*...tarda en llegar y al final, al final, hay recompensa...*) Gustavo Cerati

Foto: Paula Perri

                                                                                                    TINI

miércoles, 21 de octubre de 2015

El día que "extrañar" se enamoró del "olvido"


Vemos a “extrañar” y “olvidar” tomados de la mano. Imagen extraña e incompresible, hasta el momento en que uno empieza  a entender.
Recorren caminos juntos,  oyen canciones. Incluso frenan de vez en cuando a bailar alguna pieza, aunque todos los vean, a ellos nada les importa. Ni la gente, ni los ruidos, siquiera el “qué dirán”. Caminan despreocupados porque ambos saben que marchan hacia el mismo lado. El mismo camino sinuoso es el que los dirige, el que los apuntala.  El mismo que algún día los hará desaparecer.
Se extraña lo que se siente y lo que se olvida, se vuelve una huella tan fuerte que hace huecos en la calle. Siguen caminando porque deben hacerlo, tienen la certeza insegura de que el caminar algún día les hará recuperar la estabilidad a sus zapatos.
 ¿Se olvida? Pregunta que ya casi no me hago. Acostumbro a creer que sí.  Pero el olvido se convierte en costumbre también, aun cuando luego decimos odiar ciertas rutinas grises.
Nos acostumbramos a olvidar, a borrar, a desaparecer. El problema que tiene el olvido es que una buena parte de nosotros se pierde con él. Se cansan el cuerpo, los horarios, hasta las penas se agotan de sí mismas. Los pesos recaen sobre las cienes, sobre las rodillas, incluso sobre nuestro propio kilaje. El cansancio se convierte en virtud, la mañana en pesadilla diaria, la noche en un frágil descargo melancólico delante de un ordenador.
Ellos caminan despreocupados porque conocen cuál será su meta. Se dan hasta el lujo y el placer de tomarse de la mano, de besarse en viejas farolas de Recoleta, de mojarse con el agua de la lluvia y no temer a caer resfriados.  
Todo se convertirá algún día en ceniza, todo será solo parte de futuros poemas, antes de que se acabe el tiempo, antes de esfumarse por fin. “Extrañar” intenta, sin embargo, romper las reglas del juego, convencer al olvido de que no camine tan rápido. Que se siente por unos minutos, que se tome un café y se despabile,  que no hay apuros ni presiones por llegar a la meta, que el camino por más que parezca tan largo termina por ser lo suficientemente corto.
Un respiro y una mirada cómplice, hacen que el olvido se relaje por un instante. El extrañamiento le ofrece sus ojos, su boca, sus manos. Le ofrece un pucho, una astromelia y una copa de vino. Incluso se sientan por un instante a escuchar a Ismael en la barra de un bar mientras el mozo les trae un Jack Daniels.
El camino sigue igual de corto, pero las piedras lastiman menos los pies. El dolor se vuelve respiro, el respiro se vuelve esperanza. El olvido descubre que “extrañar” no quiere irse, que saca de su galera miles de fórmulas únicamente para no perderse. Pero el “olvido” no entiende de magias ni tampoco de amores. Sólo entiende de clausuras, de partidas y de niebla. Caminan por Buenos Aires y Buenos Aires se vuelve tan gris. Algo tan parecido a Londres, y tan lejano a Madrid.
Se vuelve opaco ese camino cuando vuelven a levantarse. Extrañar se queda con ciertas ganas de más, pero el olvido rápidamente se levanta y apresura su paso. Extrañar se da cuenta que no hay límites para lo que siente, pero aprende también que al olvido no puede siquiera negociarle cinco minutos más porque este sabe que de entregarlo, tal vez esos últimos cinco minutos que le regale, podrían convertirlo en algo diferente para lo cual fue creado.
Dejaría de ser “olvido”, se convertiría posibilidad y la posibilidad en algo nuevo y así “extrañar” dejaría de ser también, y se convertiría en ganas, en risas, en soles. Ambos serían algo que no son, incluso tal vez algo mejor.
Pero no fueron creados para eso. Uno solo debe extrañar y anhelar que no se acabe el tiempo. El otro, indefectiblemente debe ser seguir su paso, romper con todas las fotos, hacer de cuenta que “extrañar” nunca existió, quemar los recuerdos que queden y dejar como en cada historia, una huella más en el olvido.

                                                                                                           TINI


martes, 20 de octubre de 2015

domingo, 18 de octubre de 2015

Puedes


Puedes quitarme, desgarrarme, dejarme en silencio.
Poner en mute cada impulso, cada risa, cada lágrima.
Puedes frenarme si lo deseas.
Congelarme, ausentarme.
Puedes enviarme al olvido, pedirme que te borre.
Enojarte conmigo incluso.
Puedes quitarme de tu mundo, de lo que viste alguna vez.
De las vidas posibles, del sol en tu ventana.
Sacarme de tus reglas, de tus mates, de tus vicios.
Puedes hacerme parte de las ausencias, uno más en lista de errores.
Puedes pedirme una y mil cosas,  hasta puedes hasta borrarte de mis escritos.
Eliminar mis fotos, pedirme que te desvanezca.
Puedes clausurarme tus puertas, tus canciones, tu voz.
Pedirme que te haga a un lado, que simule nunca haberte encontrado.
Hacer que mi silencio sea eterno, que mis ganas se esfumen.
Que nunca más vuelva a ponerte en foco.
Puedes olvidarte de mí y nunca más mirarme si lo anhelas.
Hasta podrías odiarme si así lo desearas.
Dejo las puertas abiertas a este juego,
Puedes hacer de mi lo que desees.
Que no crea más en vos,
Que invente historias en mi cabeza para borrarte,
Hasta podrías cargarme de rencor así fuera más fácil.
Puedes pedirme lo que quieras,
Creo que ya lo dije.
Pedirme que me aleje y sin embargo,
Hay algo que manejaré únicamente yo:
No puedes pedirme que me vaya….

                                                                                               TINI

viernes, 16 de octubre de 2015

Idiota


Es quedarme en silencio aun cuando me muerda. Aún si uno se ahogase. Más de una vez elegí golpearme de frente sin importarme nada.
Si supieras que a veces trasnocho aún sin hablarnos. Cual si te estuviera acompañando. “Pásame un mate”, “no sabes lo que se me ocurrió”. Pobre idiota que no entiende. Si supieras que aun sabiendo las dificultades nada me importa. Me convenzo de que sí, otras veces muero y creo que es inútil, sin sentido, que no fue tan rápido como avanzamos sino como nos perdimos. Me agota saber que perdí la única señal de vida que me marcó en años. O quien sabe, tal vez por tanto esperar sin sentido, esa señal me esté perdiendo a mí…
Te quise para darnos tiempo, para darnos historias. Para darnos pasado. Para darnos charlas hasta cualquier hora y también caricias. Para al menos hacerte dudar de que se pudiera estar mejor que antes. Para volver a creer, para no olvidar ni reemplazar, para no abandonar nunca más nada. Así te aprendí a querer.
Te quise para contar, para apoyarnos, para ser fotos. Amé tu arte, tu modo de hablar hecho de historias, tus ojos hechos de imágenes. Tus muecas y tus hoyuelos, tus líneas y los agujeros de tu pantalón. Amé tu historia, tu mundo y tus por qué. Tus “quizás”, tu indecisión y tú “no entender”. Amé tu rostro a cualquier hora, con y sin maquillaje, tu modo de contar, de analizar tan malditamente todo. Tu pelo.
 Tú forma de escaparte y de no querer nadie cerca. Mis ganas de no querer dejarte por nada. Tus silencios que nunca entendía, las cosas que hoy si comprendo.
Amé tu risa oculta detrás de un mate, de líos, de cuatro paredes. Amé los “nunca va a ocurrir”, los “ya viví casi todo”, los “no vamos a poder” y hasta esa idea tan dramática de las diferencias.
Idiota el que no abandona, quien no tira la toalla, quien no entiende realidades. Idiota el que cree, el que busca algo distinto. Idiota quien a base de impulsos intenta mantenerse cerca. El que se ahoga pero convence al mundo de que todo va a estar bien. ¿Quién dijo que va a estarlo? Idiota el que piensa eso, el que imagina, el que sueña un encuentro casual.
Idiota quien quiere una segunda oportunidad. No a uno mismo, sino a ambos. Idiota el que te desea lo mejor en cada paso y en silencio, en cada foto, en cada café. Idiota quien aún se imagina bailando jazz en Recoleta. Idiota quien te escribe en prosa porque ya no se anima a hablarte. Quien pateó el tablero mil veces y largó al infierno a la poesía. Quien escucha tus canciones, quien sueña con un auto sucio a las 3am y una cama repleta por nosotros y un ladrido celoso a nuestro lado.
Idiota quien no se rinde, pero… “acá no se rinde nadie”. Idiota quien desea verte feliz, quien ve tus ganas de plenitud y quien confía más que nadie en lo que podes.
Aun así prefiero el papel de idiota, no dejar de creer, no dejar de espiarte en silencio. Prefiero ser quien no entiende, quien no aprende, quien se duerme tarde, quien te busca temprano. Quien te busca...
Prefiero ser quien no se va, quien no deja de intentar, quien te contradice, quien se lastima un poco pero no te suelta la mano, quien tiene paciencia, quien locamente desea.
Tal vez por eso, cuando me preguntan por qué no me alejo del todo, mi respuesta no es tan difícil. Hoy hablo en primera persona y podría escribirte mil palabras que jamás leerías. Siquiera sé si podría mirarte a los ojos.  Y aun así la respuesta sería sencilla: me quedo por tanta idiotez junta  y por la misma idiotez con la que aún te digo te quiero…y sigo acá.

                                                                                                                   TINI

martes, 13 de octubre de 2015

Periodo de prueba


Nunca terminaré de entender ciertas cosas del tiempo. La facilidad con la que se marcha lo que tarda tanto en llegar.
Ciudades vacías. Flores secas. Colectivos que ya no hacen ruido. Primaveras que no florecen. Sueños que se retrasan. Relojes que se detienen.
Siempre dependemos del tiempo. Para todo. Para despertarnos, para hablar, para quedarnos en silencio, para olvidar.
Nadie muere ni morirá por amor. No obstante, por algo uno se obliga a olvidar tan forzadamente a veces. Y olvidar, no siempre resulta placentero.
Si hablásemos de la navidad uno se quedaría sin brindis ni regalos. Si hablásemos del invierno, se nos acabaría el frío. No habría juegos ni marcas en la nieve. Si hablásemos del humor, nos quedaríamos sin la risa, seríamos un consuelo de muecas forzadas a celebrar un chiste que ya nadie aplaude.
Uno se obliga, no se muere, pero se agota. Siempre creí en lo mismo. Es más sencillo lastimarse y quedarse atrás que volverse feliz y construir un camino. Ser feliz siempre se trató de momentos. “Somos instantes” diría Cortázar. Y vaya si lo somos, algunos pueden durar una vida. Otros siquiera superan el período de prueba.
Fuimos la parte dura de un comienzo laboral. Tres meses a prueba en donde uno se entusiasma, pone lo mejor de sí, proyecta caminos, metas, sueños, piedras, planes, ganas. Tres meses para dar vida a lo mismo que luego se convertirá en encierro.
El encierro, puede hacerse también parte del olvido. No por ser menor el tiempo es que resulta más fácil. Hay períodos de prueba que a veces, por cortos, nos duelen una vida.

                                                                                                                            TINI

jueves, 1 de octubre de 2015

Contrastes



Corré lejos, pero mantente cerca.
Mantente cerca pero no me hables.
No me hables pero no dejes de mirarme.
Mírame pero no me pidas que hoy te vea.
Ponme en foco pero déjame a un costado.
Ilumíname pero no me quites las sombras.
En mi mundo de colores, aprendí
A amar tu blanco y negro.
Y empecé a entender, tal vez algo tarde,
Que debía comprender ese mundo traslucido.
Que no todo funciona siempre de la misma forma.
Que lo que a veces es a color,
A veces un tiempo debe ser en blanco y negro.
Que era amor lo que se precisaba,
Pero que iba más allá también.
Que era tiempo y algunos silencios.
Que era espacios y también comprensión.
Pero llegamos tarde a entender.
Por eso la primavera se queda vacía.
Sin astromelias ni rosas blancas.
Aprendí en la locura a encontrar algo de amor
Pero al final del segundero en la foto
Siempre quedamos así.
Tú de un lado y yo del otro.
Dos “extraños en la noche”.
La culpa es mía.
Siempre amé las fotos con contraste.


("...Casi siempre es tarde cuando comprendes que era a tì a quien deberìas quererte.
 Y sin embargo, cada vez que lo haces ese amor llega justo a tiempo..." Marwan)

lunes, 28 de septiembre de 2015

Somos. Fuimos.



*...Porque no somos quienes para juzgar al cielo, ni a la música de medianoche, ni al sentido de las palabras, ni a los por qué. Porque solos sólo somos una parte, y porque juntos hoy no somos. Porque somos dos, cada cual con sus motivos, sus historias, sus complicidades y sus diferencias.Porque somos quienes nos vemos sin vernos, quienes nos alentamos sin poder ayudarnos, quienes nos preocupamos sin ya poder ser parte, quienes deseamos lo mejor al otro contra cualquier otro pronóstico. Eso somos. Eso fuimos. Dos, pero no uno más uno. Simplemente dos. Eso somos, eso fuimos. Dos que intentaron, que se animaron a probar. Por la causalidad, por la justeza del tiempo sin pronóstico alguno. Porque no planificamos, porque decimos adiós antes de habernos dicho "buen día", porque no pudo ser pero fue hermoso. Somos, fuimos. No hablemos de un "seremos", hablemos de un "quizás" o no hablemos de nada. Hoy descubro en el silencio el mejor modo de estar cerca, hasta que un día, sin esperas ni pretensiones, tal vez sin darnos cuenta, podamos volver a ver para luego volver a mirar...*

(*...Mirar es una cosa. Que me mires tú es otro verbo diferente....* - Marwan)

lunes, 21 de septiembre de 2015

El revelado perfecto


Escribir historias en prosa me es tan difícil como lo fue comenzar a hablar.
Dos mundos distintos, uno a colores, otro en blanco y negro.
Primera concepción que tuvimos: casualidad. Cruzarse por decisiones ajenas que hicieran que estuviéramos ahí, en ese mismo lugar, en ese mismo espacio, a la misma hora.
Pocos días después supimos que no lo era. No era la casualidad lo que nos unía,  sino la vida reflejada en miradas, en encuadres. Era julio que nos ponía en foco en la misma imagen. ¿Cuándo en mi vida pensé en lo que sucedía tal o cual mes? Nunca, pero me gusta recordar ese día con ella.
No fue un acto casual. En todo caso, la propia “causalidad” era la que intentaba juntarnos.
Primeros suspiros, primeras complicidades. Primeras advertencias de que no iba a ser fácil.
No es tan sencillo unir dos almas tan acostumbradas a estar solas.
Las risas alentaron nuestra primera foto, nuestros mates nos pusieron en foco,  luego vinieron las primeras reglas rotas, el coraje, la primera demostración de amor. Primeros cambios. Revolución.
Hablamos de causalidad. De no dejarlo solo en manos del destino, sino ser nosotros quienes actuáramos en pos de cruzarnos. Si algo no puede quitarnos nadie, son nuestras acciones. Tomamos la decisión, correcta o no, de querer vernos. Fue correcta.
Vernos. ¡Qué difícil! Tener la idea de lo que se quiere y no saber que átomos juntar para dar con la fórmula exacta. Tener la decisión, las ganas, la voluntad y aún así… ¡qué difícil! Vernos solo era el principio para poder algún día mirarnos.
Suena Ismael. Se escucha un ladrido en la habitación. ¿Es el pánico o son las ganas? ¿El pasado o lo que vendrá? O acaso tal vez, alguna errante combinación de todas las premisas posibles.
Somos lo que hacemos. Claramente, por algo suceden las cosas. Tanto el juntarnos, como el vernos de lejos dependió de nosotros. Y lo sigue siendo.
Fue tan sencillo enfocar los primeros días, dejar la huella en el barro para encontrar siempre el camino. Hablar se volvió la mágica solución a todo. Podíamos fallar pero encontrábamos el rumbo. Hoy rompimos con eso.
Erramos, golpeamos donde nos duele. Al otro y a nosotros mismos.  Tener tantas ganas de que saliera bien y lo único que hicimos fue justamente eso: errar.
 Erramos a los modos, las formas. Reforzamos contrastes. Reducimos iluminaciones. Hicimos crecer las sombras. Somos el revelado perfecto de lo difícil que es estar bien juntos.
Hoy, lejos, lo entiendo más claro. Era el silencio el arma necesaria para entendernos. Tanto miedo le tuve a la ausencia. Hoy descubro en el silencio el mejor modo de estar cerca.
Nada de poesías, no es eso lo que nos prometimos. Tanto imaginamos “la posibilidad de…” que terminamos por derribarnos en el primer intento. ¿Culpables? No lo creo. No hay culpables cuando ambos intentamos, cuando ambos deseamos ser felices, juntos o separados, pero felices.
O tal vez si, tal vez fuimos un poco culpables.
Amé tu modo de calmarme y de hablar antes de amar tu cuerpo. Que me hayas devuelto las ganas, el saber que se puede, que es posible hallar lo distinto dentro de un montón de rostros iguales.
Supe más de lo que no te gustaba que lo que sí. Odié tu pasado por amor. Por no querer verte jamás sufrir. Hoy, sin embargo, también yo te hago mal. Era complicidad, tal vez entusiasmo, tal vez amor, algo era...
Debimos ser más tolerantes, más amantes, más compañeros, más pacientes. Quisimos derrotar al fracaso y nos sumergimos en él. Dejamos ganar las ansias, apuramos al tiempo.
Tal vez sea sólo uno más en una lista de sombras. Tal vez simplemente, sólo vuelva a verte en fotos de otros. Es tener que dejarte ir sin querer siquiera hacerlo.
Es desearte cerca. En mi vida, en mi teléfono, en mis ocupaciones. Cada vez que suena el despertador y en el vino que me enseñabas a tomar. Te busco en mis cigarrillos, en mi cámara cada vez que la tomo. En la radio a la medianoche. Es elegirte antes de necesitarte.
 Tan cerca quedaban los San Telmos, Recoletas, Avellanedas. Tan cerca y tan lejos ahora.
Imaginar tu rostro iluminado otra vez, entender las miradas, compartir un sueño, vernos crecer.
Sigo queriendo lograr esa foto que tanto me costó sacarte. No culpo a tus demonios, los míos también fueron fuertes. Te quiero cerca y aún así tiemblo. Es el riesgo a tomar cuando lo que se quiere nos toca el alma. Y aun así no me rindo.  Es no saber cómo hacerlo, y sin embargo, tener la seguridad de que vale la alegría. Podes ser completamente feliz. También podes no volver a serlo.
Ahora solo nos resta el tiempo. Puedo elegir: tirar o no la toalla. Porque te deseo lo mejor, pero más te lo deseo conmigo.
Será que entre tanto humo sobre el escenario algún día, finalmente podamos equilibrar el foco  y hacer de nosotros una linda fotografía.

(continuarà...o eso espero)


                                                                                                                             TINI

sábado, 19 de septiembre de 2015

Brújulas


No puedo quedarme callado.
No cerraré mis labios
Ni guardaré palabras.
Hoy puedo caminar por la calle
Y ser lo que soy.
Con miedo, con frustraciones,
Pero con vida.
Sabiendo que quiero, que busco,
Que ofrezco.
Vivimos de sueños.
Desde muy chicos, soñamos y tememos.
Tememos y sufrimos.
Sufrimos y somos felices.
Nos hacemos del dolor.
Escapamos, apagamos despertadores.
Silenciamos deseos,
Clausuramos ganas.
Somos lo que podemos ser
Y lo que quieren tomar de nosotros.
Quebrados pero con vida.
Seguimos adelante.
 Sin poder entender todo.
Sin intentarlo tampoco.
Nacemos del fracaso y hacia él vamos.
Intentamos ser infelices a veces,
Y lo bien que nos sale.
No es difícil sentirse desgraciados,
Lo difícil es ser feliz.
No obstante, hacia allá vamos.
Hacia donde nadie confía.
A donde nadie tiene fe.
A donde nadie camina.
Mi brújula marca el sur.
Pero el camino nos lleva solos.
Al fin de cuentas, así llegamos.
Y así volvemos a irnos…

                                                                                                                             TINI